Comentario
Pocas contribuciones a la historia de la Humanidad han tenido tanta trascendencia en el dominio de la naturaleza como la adquisición de los medios materiales y técnicos para producir objetos de bronce. Ni siquiera la invención de la cerámica, que supone la transformación del medio natural en un objeto útil, es equiparable en rigor. La consecución de vasijas de barro por el procedimiento de la cochura es un menester relativamente sencillo en comparación con la enorme dificultad de hacer de la materia prima geológica piezas de unas características totalmente diversas. La aparición de la cerámica se resuelve de forma autóctona en la prehistoria del Orbe.
La apropiación de los recursos involucrados en la aparición de la metalurgia está de antemano confinada a aquellos lugares geográficos que disponen del correspondiente mineral. Los metalúrgicos (operadores del cobre, del bronce o del oro) son gentes extraordinariamente capacitadas para su oficio. Sus habilidades superan las dotes del hombre común. La metalurgia es por sí misma un arte difícilmente inventado de manera independiente en todas partes.
Aunque nunca sepamos cuál es el primer objeto de metal en el Viejo Mundo, hemos de asumir que hubo una primera vez en la materialización de los preámbulos tecnológicos que conducen a la creación de la manufactura del metal. Los prehistoriadores entienden que este evento ocurrió en el Próximo Oriente, en las regiones del norte del Irak y este de Turquía entre el 8000 y el 4500 a. C. Un largo espacio temporal resta entre la constatación inicial de la metalurgia en el continente euroasiático y el comienzo de la andadura de la Edad de Bronce. Estrictamente, dicho período se consolida como tal al adquirir el metal de cobre la aleación del estaño. Ello no ocurre hasta al menos el año 3000 a. C. en Mesopotamia. A las culturas de la Hélade y del Egeo les falta un milenio para que el bronce con estaño se regularice. A los pueblos de Europa la industria del auténtico bronce les alcanza casi al mismo tiempo: comienzos del II milenio a. C.
La experimentación con el metal, según puede inferirse de este breve esquema cronológico, es un proceso de larga duración que obligó a la realización de múltiples ensayos. Los objetos prehistóricos de bronce con estaño resultan -tecnológicamente- consecuencia de la superación del bronce con arsénico. Esta clase de bronce contiene, en realidad, el definitivo invento de la metalurgia. El añadido de arsénico al cobre constituye no sólo la manifestación del aprendizaje en el uso práctico de las impurezas del metal, sino también la prueba de la selección que el artesano se vio obligado a hacer hasta conseguir un metal que además de duro fuera fácil de fundir y de trabajar. La aleación arsenical produjo los resultados deseados, pero no era la definitiva ni, desde luego, la más conveniente.
El ingrediente del arsénico, natural o artificialmente añadido, ocasiona en la fusión la emanación de gases perniciosos, con el consiguiente peligro para la salud del broncista. Este pronto hubo de aprender que la inclusión de la casiterita (el óxido, la piedra del estaño) producía mejores resultados que el arsénico en la elaboración y en el acabado de los objetos de bronce. No obstante, el bronce arsenical fue empleado al mismo tiempo que el bronce con estaño en Europa durante la primera mitad del II milenio; y en Europa, como en Anatolia, o en las islas del Egeo, el bronce con arsénico es la clase de bronce generalizado durante el III milenio a. C.